Inocencio, como ya sabéis, era el pequeño
cerdito que siempre se hacia acompañar del pajarito llamado Pitti Eran grandes amigos y vivían
aventuras juntos. Un día contemplaban con curiosidad una manada de gansos que,
con andares cadenciosos, se dirigían, uno tras otro, hacia un ancho y bonito
rio. Una vez en la orilla se posaban sobre el agua, nadando. Flotaban con mucha
dignidad.
Pitti quiso imitarlos y nadar sobre las aguas del río., pero pronto salió volando
al comprobar que se mojaban sus pobres plumas. Uno de los gansos que se
encontraba cerca, se dirigió al pajarito:
-Avecilla, avecilla, siento que no puedas nadar como
nosotros. Si quieres puedes acomodarte sobre mi trasero y, con mucho gusto, te
invitaré a pasear con la manada.
-Gracias. Me gustaría mucho, pero no puedo dejar a mi amigo,
que es un cerdito y pesa demasiado para vosotros.
-Eso es verdad. No podríamos con él.
Los dos amigos se miraron con resignación, pero Pitti, no se conformaba, ya que cuando
quería algo, era muy tenaz y luchaba para conseguirlo.
-Mira, Inocencio,
¿ ves aquélla caja de madera que hay al
otro lado del rio? – Si, la veo – contestó éste.
-Si consiguiéramos llegar hasta ella, podríamos meternos
dentro y pasear con los gansos.
-¡Caro! ¡Pero si pudiéramos ir al otro lado, no
necesitaríamos la caja!
-Si…si… claro, tienes razón – reconoció PTTI, un poco avergonzado.
Y así, cabecita y morrito, siguieron pensando.
Mientras tanto, uno de los gansos, el más grande, que al
desplegar sus alas media casi un metro, les dijo algo al oído a otros dos
gansos que nadaban cerca y, los tres juntos, emprendieron el vuelo hacia la
otra orilla del río.
PITTI, subido sobre el lomo de Inocencio, observaba todas sus
maniobras y, picoteando varias veces al reluciente cerdito, le alertó para que
mirara lo que sucedía.
Los tres gansos tiraban de unas cuerdas, que la caja de
madera tenía anudadas en los extremos, hasta que con gran esfuerzo,
consiguieron levantarla, emprendiendo el viaje de vuelta hacia la otra orilla,
donde esperaban los dos amigos.
Los gansos debían concentrar toda su energía, ya que algunas
veces, la caja se perdía dentro del agua. Cuando estuvieron ante ellos, dejaron
caer la improvisada embarcación, que serviría para llevar en el interior a sus
nuevos amigos.
Estos muy contentos les dieron las gracias y se dispusieron a
embarcar. Una vez dentro, se dieron cuenta de que alguien tendría que
empujarles, ya que la caja sola no llegaría hasta el rio.
Como todos los gansos estaban ya en el agua, los dos amigos se
percataron de su impotencia. Pero aún así no perdieron la esperanza.
Algo alejada, vieron asomar la cabeza de una cabra.
-¡Hola, querida cabra! Si fueras tan amable y quisieras
embestir esta caja hasta el río, te quedaríamos muy agradecidos.
- Si…bueno…yo lo haría, pero no puedo, porque me duele la
cabeza.
-¡Oh, que pena!-dijo Inocencio-¡ Con la ilusión que nos hace
pasear por el río con los gansos!
-Aunque…haría un esfuerzo si me dejarais navegar con
vosotros- dijo la cabra.
Los dos amigos se miraron con asombro y asintieron con la
cabeza.
-¡Vale! ¡ de acuerdo! Primero nos empujas y luego subes.
La cabra aceptó el trato y, bajando la cabeza, fue empujando
la caja hasta ponerla sobre el agua. Cuando se quiso meter dentro, la corriente
del río alejó tanto la caja de la orilla, que ya no pudo subir en ella.
-¡ Me habéis engañado! – gritaba la cabra desde la orilla.
- Te has engañado tú misma –dijo PITTI- no has calculado bien tu tamaño, que es más grande que la
caja. Nosotros solo hemos aceptado tu poco inteligente idea, aunque, bien
mirado, no era ten mala, ya que ha servido para que al fin podamos navegar.
Los gansos que se encontraban algo alejados, volaron hacia
ellos y, tirando de las cuerdas, los llevaron hasta la manada.
Así, como en una carroza custodiada, los dos compañeros
realazaron, por fin, su paseo por el río, acompañados de sus nuevos amigos, los
gansos.
Moraleja: Nunca abandones una buena idea.
FIN.
Autora: Paki López (Sharada)
FIN.
Autora: Paki López (Sharada)
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