CURSO DE NUTRICIÓN Y DIETÉTICA

jueves, 4 de septiembre de 2014

La Voz de Espejo de Alicante "EL COLUMPIO"

Inocencio y Pitti caminaban hacia la nueva aventura que volvería a aportar emoción a sus vidas.

Al llegar a un pequeño pueblo de casitas blancas, vieron un bonito parque lleno de flores, en el que se escuchaban las voces de unos niños que cantaban y jugaban. Esto les animó a quedarse.

-Vamos a descansar y mañana seguiremos el viaje – apuntó el cerdito.

El pajarillo accedió, puesto que también él estaba cansado. 

Buscaron algo de comida por los alrededores. Algunas migajas de pan y algún trozo de chorizo y jamón que habían caído de las meriendas de los niños. Luego se sentaron a contemplar el cielo de aquella tarde de verano.

Algo alejado de los dos amigos había un columpio y, mientras Pitti dormía apoyando sus patitas en el borde de un banco, Inocencio salió moviendo su trasero, en dirección a dicho columpio. Al llegar, un niño subía dispuesto a jugar un rato.

El pequeño cerdito se quedó mirando como el niño flexionaba las piernas y subía cada vez más alto. Le pareció que, pronto tocaría las estrellas.

Inocencio sintió de nuevo el deseo de volar. Cuando el niño, cansado de jugar con el columpio lo abandonó, el cerdito se acercó al mismo, algo tímido y, dándole un leve empujón con su hocico, hizo que se balanceara hacia atrás. En su ignorancia, no se apartó a un lado y, cuando el columpio volvió, dio de lleno en su cabeza dejándolo casi inconsciente, haciéndole ver las estrellas que tanto le gustaban.

Cuando recuperó del todo la conciencia, sintió que le dolía la cabeza.

Mientras tanto, Pitti, que se había despertado, salió en su busca.

-Pero, ¿qué tienes en la cabeza? –se refería a un gran chichón que se apreciaba entre sus orejas.

- No sé, yo no puedo verme. Pero algo muy duro me ha golpeado.

Pitti vio que el columpio aún se movía y comprendió lo que había ocurrido.

-Vamos, seguiremos nuestro camino.

-¡No, no! ¡Quisiera intentarlo de nuevo!  ¡Debo ir al columpio para alcanzar las estrellas!

-De acuerdo. Pero hagamos bien las cosas. Busca algo para subir. ¡Mira! ¡Allí hay una piedra que te puede servir de escalón!

Inocencio, ni corto ni perezoso, empezó a empujar la piedra con su morro. Cuando la improvisada escalera estuvo debajo del columpio, el cerdito subió y, de esta forma, pudo estabilizar el juguete que le llevaría cerca de las estrellas.

Comenzó a flexionar sus cuatro patas de la misma manera en que vio hacer al niño. El columpio se movió y, poco a poco, se alejaba más del suelo.
-Pitti, mira! ¡Ahora sí que puedo decir que estoy viviendo la gran aventura!

Cada vez el columpio subía más alto. El pajarillo estaba asustado, ya que su amigo no podía agarrarse a nada. Así fue que cuando más alto estaba, se le fueron las patas y el cerdito salió disparado, cayendo a dos metros, en una charca de barro.

Pitti acudió volando a su lado y le vio todo sucio y dolorido.

-Querido amigo –dijo Inocencio- hoy ,por segunda vez, he visto las estrellas. Creo que no quiero verlas nunca más, ya que me produce un gran dolor de cabeza.

Estaba triste y pensativo. Al caer en el barro, se acordó de los hermanos y parientes de su misma especie y tuvo grandes deseos de volver a verlos. Así se lo hizo saber a Pitti, que también sentía añoranza por los suyos.

Los dos amigos decidieron dar por terminada la aventura y volver de nuevo a sus respectivos hogares.


Cuando llegaron a su destino, se despidieron y quedaron para reunirse de nuevo, en una próxima ocasión para vivir nuevas aventuras.

FIN.

Autora: Paki López (Sharada)

La Voz de Espejo de Alicante "PASEO CON LOS GANSOS"

Inocencio, como ya sabéis, era el pequeño cerdito que siempre se hacia acompañar del pajarito llamado Pitti Eran grandes amigos y vivían aventuras juntos. Un día contemplaban con curiosidad una manada de gansos que, con andares cadenciosos, se dirigían, uno tras otro, hacia un ancho y bonito rio. Una vez en la orilla se posaban sobre el agua, nadando. Flotaban con mucha dignidad.

 Pitti quiso imitarlos y nadar sobre  las aguas del río., pero pronto salió volando al comprobar que se mojaban sus pobres plumas. Uno de los gansos que se encontraba cerca, se dirigió al pajarito:

-Avecilla, avecilla, siento que no puedas nadar como nosotros. Si quieres puedes acomodarte sobre mi trasero y, con mucho gusto, te invitaré a pasear con la manada.

-Gracias. Me gustaría mucho, pero no puedo dejar a mi amigo, que es un cerdito y pesa demasiado para vosotros.

-Eso es verdad. No podríamos con él.

Los dos amigos se miraron con resignación, pero Pitti, no se conformaba, ya que cuando quería algo, era muy tenaz y luchaba para conseguirlo.

-Mira, Inocencio, ¿ ves aquélla caja de madera  que hay al otro lado del rio? – Si, la veo – contestó éste.

-Si consiguiéramos llegar hasta ella, podríamos meternos dentro y pasear con los gansos.

-¡Caro! ¡Pero si pudiéramos ir al otro lado, no necesitaríamos la caja!

-Si…si… claro, tienes razón – reconoció PTTI, un poco avergonzado.

Y así, cabecita y morrito, siguieron pensando.

Mientras tanto, uno de los gansos, el más grande, que al desplegar sus alas media casi un metro, les dijo algo al oído a otros dos gansos que nadaban cerca y, los tres juntos, emprendieron el vuelo hacia la otra orilla del río.

PITTI, subido sobre el lomo de Inocencio, observaba todas sus maniobras y, picoteando varias veces al reluciente cerdito, le alertó para que mirara lo que sucedía.

Los tres gansos tiraban de unas cuerdas, que la caja de madera tenía anudadas en los extremos, hasta que con gran esfuerzo, consiguieron levantarla, emprendiendo el viaje de vuelta hacia la otra orilla, donde esperaban los dos amigos.

Los gansos debían concentrar toda su energía, ya que algunas veces, la caja se perdía dentro del agua. Cuando estuvieron ante ellos, dejaron caer la improvisada embarcación, que serviría para llevar en el interior a sus nuevos amigos.

Estos muy contentos les dieron las gracias y se dispusieron a embarcar. Una vez dentro, se dieron cuenta de que alguien tendría que empujarles, ya que la caja sola no llegaría hasta el rio.

Como todos los gansos estaban ya en el agua, los dos amigos se percataron de su impotencia. Pero aún así no perdieron la esperanza.
Algo alejada, vieron asomar la cabeza de una cabra.

-¡Hola, querida cabra! Si fueras tan amable y quisieras embestir esta caja hasta el río, te quedaríamos muy agradecidos.

- Si…bueno…yo lo haría, pero no puedo, porque me duele la cabeza.

Oh, que pena!-dijo Inocencio-¡ Con la ilusión que nos hace pasear por el río con los gansos!

-Aunque…haría un esfuerzo si me dejarais navegar con vosotros- dijo la cabra.

Los dos amigos se miraron con asombro y asintieron con la cabeza.

-¡Vale! ¡ de acuerdo! Primero nos empujas y luego subes.

La cabra aceptó el trato y, bajando la cabeza, fue empujando la caja hasta ponerla sobre el agua. Cuando se quiso meter dentro, la corriente del río alejó tanto la caja de la orilla, que ya no pudo subir en ella.

-¡ Me habéis engañado! – gritaba la cabra desde la orilla.

- Te has engañado tú misma –dijo PITTI- no has calculado bien tu tamaño, que es más grande que la caja. Nosotros solo hemos aceptado tu poco inteligente idea, aunque, bien mirado, no era ten mala, ya que ha servido para que al fin podamos navegar.

Los gansos que se encontraban algo alejados, volaron hacia ellos y, tirando de las cuerdas, los llevaron hasta la manada.

Así, como en una carroza custodiada, los dos compañeros realazaron, por fin, su paseo por el río, acompañados de sus nuevos amigos, los gansos.


Moraleja: Nunca abandones una buena idea.

FIN.

Autora: Paki López (Sharada)

La Voz de Espejo de Alicante "LA POMPA DE JABÓN"

Inocencio se dirigió al pajarito ,que dormitaba sobre su reluciente lomo:
-Bueno, amigo, si vamos a caminar juntos, tengo que saber cómo te llamas ..

-No tengo nombre, todos me llaman pajarito-respondió el ave-

-Sí…pero a mí me gustaría llamarte PITTI.

-¿ PITTI ‘¿ No está mal, ¡me agrada! Creo que me sienta bien. Es un nombre tan pequeño como yo.

Una vez estuvieron de acuerdo en cómo llamarse, emprendieron la marcha, la aventura de su nueva vida.

Caminaron por largos y polvorientos senderos, atravesaron pueblos sin que nada especial ocurriera. Hasta que un día, paseando por un hermoso pueblo, vieron a un joven que, con una cañita, hacía pompas de jabón.

Nuestros amigos, muy impresionados, se acercaron para ver como volaban aquellas bolitas de diferentes colores y tamaños. 

Inocencio pensó que podría volar sobre las pompas de jabón y así se lo dijo al joven.

-¡ ja, ja!  ¡No!  ¡No puede ser!  Son muy frágiles, solo rozándolas se romperían.

El animalito supo que tenía razón, ya que una de las pompas rozó su morro y al instante, desapareció.

El cerdito quedó muy pensativo y, de pronto, tuvo una idea:
-¿porque  no, mientras tanto, pones más jabón y las haces más fuertes, para que yo pueda volar dentro y así podré acompañar a mi amigo cuando juegue por los aires?

El joven se sorprendió de que a un cerdito se le hubiera ocurrido algo tan ingenioso.

Ni corto ni perezoso, sacó de su mochila la botella de jabón y vaciándola casi por completo, se dispuso a hacer volar a Inocencio.

-Ponte cerca de mí –dijo el chaval- o mejor, súbete a esa roca.

Inocencio obedeció y, cuando el niño sopló, se encontró dentro de aquella fuerte y enorme pompa de jabón.

Mientras tanto, PITTI, que lo observaba todo con gran interés, quedó con el pico abierto. ¡No lo podía creer! ¡por fin su amigo podría encipompa, en el momento en que el amble joven soplaba con fuerza logrando elevarla por los aires.

Inocencio dentro y PITTI fuera de la frágil, reluciente y voluminosa bola, siguieron su ascenso hacia las nubes. El cerdito lloraba de alegría. ¡Nunca había sido tan feliz!

PITTI volaba y cantaba a su alrededor, muy contento. Cuando, de pronto apareció un gran pájaro, que al ver aquello tan extraño, se acercó y picoteó la pompa repetidas veces, haciendo que perdiera estwabilidad y comenzara a descender. 

Inocencio, como pudo ,dio un viraje y se posó sobre una nube,creyendo que ésta lo sujetaría. Cuál fue su que se hundía sorpresa cuando percibió que se hundía en aquel vapor.

Durante el tiempo que Inocencio temía por su vida, no se acordó de PITTI, que viendo lo que estaba ocurriendo, salió volando como una flecha a llamar a todos los pajaritos que volaban cerca de ellos.

Y así, todos juntos, formaron una gran red, donde cayó el cerdito. Y lo bajaron planeando, hasta llegar a tierra.

Una vez Inocencio se encontró seguro, exclamó:

-¡Me habéis salvado la vida! Os estoy muy agradecido a todos. 

Sobre todo a ti PITTI, ya que en mi peor momento, no has dudado en emplear  toda tu energía para salvarme .Ahora sé que nada en el mundo nos separará.


FIN.

Autora: Paki López (Sharada)