Un día de Noviembre del año
2007, las hojas caían de los
árboles y el viento soplaba con
fuerza.
Un pajarito revoloteaba
cerca de una casa. Obligado por
el frio, en un descuido, se coló por la Ventana. Inocencio, un cerdito que hacía meses compartía la casa con su
dueña, una niña llamada Flor, se
asustó y, rápidamente, se escondió detrás de una silla.
El pajarito se puso a curiosear a su alrededor y, creyendo
que estaba solo, saltaba y trinaba de un lado para otro, observándolo todo.
Cuando Inocencio
se cansó de mirar desde su escondite, salió y levantando el morro, increpó al
visitante, que con tanta frescura
curioseaba la casa.
-Hola! –le dijo. ¿De
qué fiesta vienes, que aún sigues cantando con tan bonita voz?
-No vengo de ninguna fiesta. Esta es mi voz natural.
Entonces el cerdito se
puso muy triste. Se preguntaba por qué
él no tenía una bonita voz y
no podía cantar como el pajarito. Así,
muy melancólico y con voz algo apagada, se quejaba de la circunstancia de su naturaleza. A lo
que el pajarito, respondió:
-Bueno…tú eres más grande, tienes cuatro
patas y tu piel es reluciente.
-Sí dijo Inocencio- pero tú tienes plumas para protegerte del frio y el
calor y, sobre todo, puedes volar.
El pajarito comenzó a
darse cuenta de que, en realidad, él era
más afortunado que el cerdito. Y empezó
a sentirse muy orgulloso de sí mismo. Tanto,
que, saltando a lomos de Inocencio, se puso a picotear su espalda, cosa que al
cerdito no le gustó nada. Sacudiéndose
con fuerza y soltando un gran gruñido. Le produjo tal susto a la pequeña avecilla, que esta salió volando despavorida.
Cuando Inocencio se hubo calmado, buscó al pajarito y lo
encontró llorando en un rincón. Este,
con su vocecita entrecortada, le dijo:
-Perdóname por haberme
sobre valorado y atreverme a picotear tu espalda, en un momento de estúpido
orgullo. Tú has podido comerme y no lo has
hecho. En el futuro procuraré ser más humilde. Después de todo,
volar y cantar no es tan importante.
-Bueno… bueno – dijo el
cerdito- tampoco yo soy un genio, ya que solo puedo ir por el suelo,
gruñendo y roncando. Si quieres, yo puedo ser
tu amigo y llevarte sobre mi lomo. De esta manera tú
me dirás lo que pasa por el aire y yo te informaré de lo que ocurre en la tierra.
También te protegeré para que nadie te coma.
-Sí, si – aceptó el pajarito- así marcharemos juntos a
conocer el mundo y correr aventuras como
dos buenos amigos que aceptan sus limitaciones y saben que, juntos
formarán un buen equipo.
Y así, trinando y roncando, cada uno con su propia voz,
emprendieron la aventura de una nueva
vida.
FIN.
Autora: Paki López (Sharada)
Autora: Paki López (Sharada)
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